(El ritual de Erzsébet Báthory)
«Últimamente he estado leyendo muchos libros sobre el arte de la nigromancia. Siempre me han interesado estos temas, pero no ha sido hasta ahora que he sentido la imperiosa necesidad de llevar a cabo un rito que me hará bella para siempre.
Jó Ilona, mi antigua nodriza, fue quien me explicó lo que tenía que hacer. Fue ella quien me recomendó el uso de la sangre como bálsamo.
Llevo meses pensando cómo lo haré.
He sacrificado pequeñas aves y ratas; he pronunciado el hechizo de invocación muchísimas veces, para poder memorizarlo y recitarlo a la perfección cuando llegue el momento. Y mis sirvientes, tan fieles a mí, se han sometido por propia voluntad a mis ensayos.
En mis sueños aún me siento bella y lozana. Fantaseo con la idea de una piel siempre suave y firme.»
—La belleza lo es todo y tú lo sabes —le dijo al espejo.
«¡Oh Elizabeth vas a volverte loca!», pensó.
—Loca o no ésa es la gran verdad. Los espejos, el agua; ellos también lo saben. Me miran —se respondió a sí misma.
«No soy real»
—No intentes engañarme, voz. Tú eres quien me ha llevado a este momento. Ya no hay marcha atrás. Sueño con ríos de sangre. Sus matices son plateados por el reflejo de la luna. Puedo verme a mí misma bautizándome; renaciendo una y otra vez. Siempre joven, siempre eterna.
«¿Qué pretendes hacer?»
—En la próxima luna de sangre me pondré mis mejores vestimentas, creo que me decantaré por ese vestido blanco que lleva esperándome tanto tiempo en el armario.
«¿Qué harás después?»
—Después murmuraré cánticos mágicos de tiempos ancestrales y me entregaré a ella. No puedo seguir viviendo en esta cárcel enmascarada.
«¿Enmascarada?»
—Así es: es sólo cuestión de tiempo. Pronto comenzará el proceso. ¿Ves estas manos? Pronto se colmarán de manchas oscuras. Mi cuello se llenará de pliegues y mi hermoso rostro… No puedo pensar en ello, de verdad. He de parar este proceso sea como sea. Antes muerta que vieja.
«¿Ya has elegido a tu víctima? »
—Sí. Será una de mis sirvientas. Parece tan feliz que me entran náuseas. Y además es muy joven.
«Oh… ¡Elizabeth eres tan perversa!»
—Lo sé. ¿No te encanta?
❊❊❊
Cuando hubo llenado la bañera con la sangre de aquella risueña muchacha, se desprendió del vestido que fue blanco y se introdujo en el espeso líquido.
Era el momento de pronunciar las palabras que sabía de memoria:
«Maat1a ti me entrego. Devuélveme la belleza usurpada. Convierte un instante en lo eterno. Me entrego a ti.
Señora de las lágrimas y de los espejos bendíceme con tu presencia. Apodérate de mi reflejo. A ti me entrego.
La sangre es poder, pues convierte las huellas imborrables del paso del tiempo en recuerdo. Y así es como me entrego a ti.
Sangre joven e inocente, que tus dones me consagren. ¡Oh, Maat te lo suplico!
Concédeme el Don. Entrégame la juventud eterna.»
❊❊❊
Una y otra vez repitió el ritual. La sangre era la protagonista de todos esos momentos en los que se entregaba, con ferviente deseo a su mayor sueño.
Mas el sabor de una sola joven no bastaba. Siete litros del espeso líquido de vida no eran suficientes.
—A ti me entrego —murmuraba.
—Voy a regalarte los platos más exquisitos. Me deleitaré proporcionando dolor. Sumergiré mi cuerpo y mi espíritu en todos esos finales que yo otorgaré como dueña y señora. Soy la condesa de la muerte. Voy a disfrutar por las dos, pues mi palabra no es en vano. He firmado un pacto —le dijo con convencimiento al espejo.
Y así fue cómo el 21 de agosto de 1614 Maat cumplió su promesa, llevándosela muy lejos y perpetuando su belleza para siempre.
© Némesis Fuster. Todos los derechos reservados.