… Y charlatana.
El otro día me perdí en el Bosque Firmamento, y eso que me aseguré de marcar el camino con trozos de regaliz rojo.
Supongo que alguien se los comería, pero es que no tenía piedras. A todos les resulta más sencillo señalar sus travesías con piedras en vez de hacerlo con regaliz, lo cual me parece muy triste; y es algo incomprensible, porque las piedras pesan más.
Y no me habléis de hacerlo con migas de pan. Pulgarcito lo hizo y así le fue…
Además, ¿quién suele llevar barras de pan en la mochila? Yo al menos no.
Pasaron los días de manera lenta y perezosa. Ya ni recordaba el motivo por el que quería ir a ese bosque.
Así que me senté sobre las raíces de un Tule a leer una de las guías de supervivencia que llevaba encima: «Cuando todo es oscuro y tenebroso». Me la dio un señor bajito y extraño, cuando decidí hacer mi excursión.
Y esperé, pues la guía decía que si no encuentras el camino, éste te encuentra a ti.
—La, la, la —tarareó una voz.
Un montón de interrogantes vinieron a mi mente. ¿Era esta mi señal divina?
En ese momento volvió a hablar:
«—Piruleta; tic tac; pata de cabra.
No estoy allí y tampoco estoy aquí.
Tic tac; pata de cabra; Abracadabra.
¿Existo o no existo?
Un visto y no visto que es como… ¡Arbadacar-dabra!
Una palabra.
Y entonces… tic tac; pata de cabra.
No soy invisible y tampoco previsible; puedo ser azul ¡Y hasta llevar tul!
¿Estoy arriba o abajo?
¿Estoy en medio o de por medio?
Tic tac.
Certezas y cortezas si las dejas…
Lo mismo sucede con las tejas.
Un gato; un biombo; una piruleta y una pandereta.
Tic tac; pata de cabra; Abracadabra.
¡No me encontrarás si no miras a ras!»
¿Cómo no se me había ocurrido buscar por el suelo?
Se trataba de una seta pequeña, diminuta, minúscula.
—Abracadabrabúm. ¡Me encontraste! Soy tan pequeña que es difícil hacerlo… —suspiró.
—La verdad es que sí —admití.
—A veces nos enredamos con ovillos de lana invisible. Conozco a setas que pese a tener esta cabeza cóncava, sacan sus paraguas cuando llueve. Hay otras, que esperan señales caídas del cielo cuando tienen la verdad delante. O peor aún, suponen que las otras setas son de una manera sin conocerlas, cuando a lo mejor lo que están exponiendo al mundo son sus sombreros. Aquí las fiestas de otoño son muy interesantes; a pesar de que todas somos más o menos iguales —lunar arriba, lunar abajo—, no verás a dos setas que se parezcan, porque todas llevan sombrero.
—Pero eso no sólo sucede aquí, en mi mundo la gente hace lo mismo.
—¿Sabes? Como soy tan pequeña, suelo pasar desapercibida.
—Tal vez sea algo positivo. A lo mejor sólo pueden hablar contigo si no llevan sombrero; si no se enredan con la lana; si miran hacia el suelo en algún momento.
—¿Te quedarás aquí hasta las fiestas de otoño?
—¡Si estamos en primavera!
—¡En este bosque siempre ocurren cosas extraordinarias! Ya verás qué divertidas son las verbenas en estas fechas; es cuando todas se pintan lunares nuevos y bailan.
—Sí, creo que me quedaré. Siento curiosidad por ver lo mucho que se parecen las setas a nosotros… —respondí.
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