La misión secreta

¿Sabes qué ocurre cuando nuestro gato o alguien que conocemos se va para siempre de nuestro lado?

Que llega volando a un sitio maravilloso que está muy, muy lejos de aquí, a millones y millones de años luz de donde estás ahora mismo.

Pero, ¿por qué se van? —te preguntarás—. Eso mismo se preguntaba la niña de este cuento; no entendía por qué alguien a quien quería mucho ya no estaba allí, y las personas mayores no sabían cómo explicárselo. Por suerte para ella tenía un amigo que sabía qué había pasado y se lo contó.

¿Tú también quieres saberlo? Está bien, escribiré aquí cómo fue ese encuentro.


 

La misión secreta

—¿Qué te pasa? —le preguntó a la niña, que estaba llorando.

—Me siento extraña —respondió sin mirarle a los ojos.

—¿Por qué?

—Porque alguien a quien quería mucho ya no está aquí y las personas mayores dicen «que lo han perdido»; y no termino de entenderlo… ¿Se ha perdido? ¿No volveré a verlo nunca más?

—¿Qué te dicen las personas mayores aparte de que «lo han perdido»?

—No dicen mucho. Delante de mí fingen que no ocurre nada, pero se les ve tristes. Visten de color negro, están más callados que de costumbre… Y no los comprendo, porque si se ha perdido puede regresar en cualquier momento, ¿verdad? —preguntó sin esperar una respuesta—. O pueden ir a buscarlo.

Su amigo aguardaba en silencio, esperando a que la niña terminara de contarle lo que pasaba. Y ella continuó explicando:

—Pienso que si se ha perdido, solamente hay que esperar a que encuentre carteles que le digan dónde está o que alguien le indique cómo puede regresar, ¿a que sí? Y sin embargo puedo escuchar cómo se lamentan y lloran. Es como si no conservasen la esperanza de volver a verlo. Como si supieran que no regresará. ¿A que es raro?

—Entiendo… —murmuró su amigo con una expresión pensativa—. Ya sé qué ha pasado.

—¿Si? ¿Qué?

—Verás, todos estamos aquí por una razón: para llevar a cabo una misión secreta. Tan secreta que ni siquiera nosotros mismos la conocemos. Si supiéramos de qué trata no actuaríamos de la misma manera, ¿entiendes?

—Tal vez. ¿Es algo así como un plan misterioso?

—Exacto. La mayoría nunca llega a conocerlo hasta el último momento.

—¡Qué extraño! —exclamó ella con sorpresa.

—Un poco. ¿Sabías que hay un montón de misiones? —le preguntó él.

—¿Hay muchas? ¿De qué tipo son?

—No hay ningún tipo: todas son distintas. A veces consiste en sonreírle a alguien que tiene un mal día y cree que no tiene fuerzas para continuar andando su camino. Porque esa sonrisa puede lograr darle ánimos para afrontar todos los días que prosiguen.

—¿En serio? —preguntó con un brillo en los ojos.

Él asintió y le dijo que una vez que realizamos la misión secreta ya podemos marcharnos, porque para eso estamos aquí.

—Y… ¿la persona que sonrió sabe que era esa su misión secreta cuando se va?

—Claro que lo saben, pueden notarlo en el corazón: es como un estallido de luz; te sientes muy feliz.

—Me gusta cómo suena… Pero entonces es extraño que lloren y lamenten que se haya perdido, ¿a que sí? Porque lo que le ha ocurrido no es malo. Cuéntame: ¿Qué pasa después de cumplir con la misión?

—Lo que sucede entonces es lo que no te han explicado bien los adultos: se van muy, muy lejos. A otro lugar; un lugar muy bonito al que llegamos volando. Al que tarde o temprano llegaremos todos.

—¿Es eso lo que significa «perderse»?

—No… A lo que se refieren es a «la pérdida», que significa que alguien ya no está con nosotros. Y lloran porque es normal echar de menos a quienes queremos; pero tarde o temprano, aunque cueste, entendemos que lo que ha pasado es algo natural. Y puede resultarnos muy difícil hacernos a la idea de que alguien deje de estar aquí. Entender que ha cumplido su misión secreta antes que nosotros y que por ello tiene que irse no es fácil. Por eso es tan importante ser buenos y ayudar a los demás cuando podamos.

—Y sonreír también es importante, porque tal vez sea esa tu misión, o la mía —añadió la niña.

—Así es —respondió su amigo.

—¿Cómo es ese sitio al que vamos volando después de cumplir la misión?

—¡Oh! —exclamó él—. Es muy hermoso. Hay un arcoíris gigante por el que puedes patinar o ir en bicicleta. Hay parques y toboganes de espuma; fuentes de purpurina, y castillos que están hechos de nubes, ¡Son muy blanditos! Y puedes saltar sobre ellos. Además, todas las personas a las que conocías y querías, que ya se marcharon, están por allí.

—¿También estará allí el hámster que tuve?

—Claro, seguro que estará dándose un atracón de pipas y galletas cuando lo encuentres.

—¿Y las plantas de mi madre que se secaron?

—También.

—Ahora lo entiendo. Así que todas las personas, animales y plantas tenemos que irnos de aquí algún día, pero ¿por qué no me lo han explicado los demás?

—Porque no todo el mundo sabe que tenemos una misión secreta que cumplir. ¡Es un secreto!

La niña se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y sonrió, porque ahora entendía que lo que había pasado era algo natural, que la persona a la que quería mucho se había ido porque había cumplido su misión secreta, y que ahora mismo estaba en un lugar muy bonito sintiéndose muy feliz.


© Némesis Fuster. Todos los derechos reservados.

 

 

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