El viaje a la Ciudad de Sintiempo

—¡Ya he terminado el dibujo! —anunció, mostrándole a Missy (su ardilla), aquella hoja en la que había plasmado la imagen de un pingüino.

—¿Se lo darás? —le preguntó Missy, pues lo había dibujado con la intención de dárselo a alguien que en ese momento se encontraba muy lejos de allí.

—Es que no conozco el camino… —respondió ella titubeando.

—Me han dicho que empieza más allá de las fronteras del Castillo del Sur. Tendrás que pasar por la aldea de los fantasmas y atravesar el campo de amapolas. Verás un puente, y cuando lo cruces llegarás a Sintiempo.

—Nunca he estado en esa ciudad y por lo que tengo entendido tampoco hay muchas señales. ¿Cómo sabré que he llegado si no hay indicaciones?

—Sí que las hay, lo que pasa es que son distintas; de hecho las tengo aquí apuntadas —respondió, dándole una nota en la que podía leerse:

“En la ciudad de Sintiempo no existe el tiempo, por lo que no hay calendarios ni cronógrafos.

Sus habitantes no esconden sus sentimientos.

En invierno llevan abrigo y en verano se lo quitan.

Se preguntan qué hay detrás de las tempestades y las analizan con calma.

Les gusta el queso.

Estudian los campos de la lógica dentro de la ilógica.

Son expertos en Estratiscosmismo (cuando desconocen la respuesta investigan hasta hallarla).

Saben que siempre hay un motivo y que no todo el mundo puede adivinar sus pensamientos.

Si sienten deseos de abrazar a alguien lo hacen.

No se dan por vencidos a la primera de cambio.”

❊❊❊

Las leyó en voz alta y después se dispuso a irse. Pero cuando estaba a punto de hacerlo las llamaron a ambas desde una nueva aventura que no podía posponerse…

 Y pasaron muchos meses hasta que reemprendieron aquel plan de ir a Sintiempo para llevarle el dibujo a su destinatario.

—¡He encontrado las indicaciones! —exclamó Missy tras rebuscar en la mochila, dispuesta a acompañar a su amiga.

Pero es que ya no sé si quiero ir.

Missy vio que el dibujo comenzaba a difuminarse y se lo enseñó.

—Es normal que pase eso, Missy; es parte del olvido.

—¿Vas a permitir que algo mágico se pierda para siempre?

—Solamente fue un instante que no tuvo lugar, un momento que no termina por llegar…

—Pero si ninguno anda el camino nunca os encontraréis.

—Tal vez no quiere que lo encuentre, ni siquiera yo sé si quiero que me encuentre. ¿Y si solamente fue una ilusión?

—A lo mejor es real y lo único que sucede es que no os tenéis delante el uno al otro.

—No sé qué decirte—discrepó—. Si esto fuera real sabría, en lo más profundo de sus entrañas, que soy yo; y yo sabría que es él. No tiraría abajo las escaleras y los puentes, al contrario: se pondría alas.

—Pero tú tampoco te las has puesto.

—Porque dudo que esté en alguna parte, dudo que haya existido algo entre nosotros.

—Si hay dudas es porque tal vez sí haya algo.

—No sé.

—¿Lo ves? Venga, vámonos —le animó Missy dándole la mano—. Siempre puedes optar a entregarle el dibujo o no hacerlo.

—Espero que tengas razón, que estemos haciendo lo correcto.

Y se dispusieron a emprender el viaje.

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Tras dejar a sus espaldas las fronteras del Castillo del Sur llegaron a la aldea de los fantasmas.

—No me gusta este sitio —comentó ella.

—A mí tampoco pero es la única ruta posible. Tenemos que pasar por aquí sí o sí.

No parecía muy convencida pero lo consiguió. Y los fantasmas quedaron muy, muy atrás.

Antes de atravesar por completo el campo de amapolas se entretuvo cogiendo unas cuantas y se las colocó en el pelo.

Después vislumbraron el puente y a pesar de la insistencia de Missy —quería que continuasen caminando—, ella se detuvo.

—¡Pero ya hemos llegado hasta aquí! —alegó Missy confusa.

Es que no quiero saber si está allí o no.

—¿Por qué?

—Porque sé que si vuelvo a verle probablemente me olvide del olvido. ¿No te parece una locura creer, esta aventura?

—La locura sería no creer ni cruzar ese puente. ¿Es mejor que siga siendo algo que no fue, destruir el libro tras leer un párrafo de la sinopsis? ¿Pensar que nunca existió y que no sería posible? Si está allí podréis comprobar si aún hay algo —o si lo hubo—. Y si al llegar no lo encuentras sabrás que no es así y ya está.

—Es cierto —respondió ella.

Cruzaron el puente y llegaron a la ciudad.

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Estaba allí. En la zona del Paraje de Paso.

—Venga, ¡ve! —le instó Missy.

Aún faltaban unos metros pero parecían extremadamente largos así que se quedó quieta, observándole.

Missy se colocó detrás de ella e intentó empujarla.

—¡Para! ¡Ya voy! —le regañó.

»¿Puedes llevarte esto? —le pidió a Missy dándole el dibujo—. Está borroso. Si es necesario haré uno nuevo.

—¿Qué dibujarás?

No lo sé.

Con pasos lentos llegó hasta allí.

Entonces él levantó la vista y encontró su mirada.

Una brecha entre mil planes y destinos donde no había que preguntarse cómo ni por qué…


© Némesis Fuster. Todos los derechos reservados.

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